Evaluación inicial: esta instancia se realiza al comienzo de un ciclo, de una unidad temática o de un tema y es un punto de referencia necesario para iniciar el proceso de aprendizaje, ya que permite conocer el bagaje subjetivo con que cada alumno se acerca a una temática puntual. Es a partir de las ideas previas que aporta el niño que el docente adapta la propuesta curricular a las necesidades educativas del grupo y de cada alumno. La evaluación inicial se considera como una instancia diagnóstica, como un punto de partida, por lo que sus exigencias no están vinculadas a ninguna aprobación ni promoción, lo que permite un manejo más distendido, tanto desde la propuesta docente como desde el accionar del alumno, ya que no pesa sobre el alumno la angustia de la promoción tan característica de la escuela tradicional. Se puede ofrecer el mismo modelo evaluatorio a todos los alumnos, haciendo la salvedad de que cada uno puede expresar los requerimientos solicitados de la manera que le resulte más apropiada. Así cada alumno intenta dar cuenta de su saber según la modalidad más viable para él, para algunos será redactar, para otros graficar o realizar cuadros o redes conceptuales. Siempre se ofrece la posibilidad de expresar los conocimientos en forma oral.
Evaluación procesual: este tipo de prueba consiste en la valoración sistemática y continua del proceso que transcurre en el aula y permite intervenciones oportunas a medida que se construyen los saberes. Los docentes pueden palpar la real dimensión del proceso al que esta abocado el alumnado y generar ayudas o ajustes y alternativas válidas para prevenir situaciones que podían obstaculizar el aprendizaje y así poder continuar con los objetivos propuestos. Este tipo de evaluación resitúa tanto a los aprendientes como a sus docentes, ya que en lugar de la sanción cotidiana aparecen formas alternativas de considerar la producción, permitiendo que se tomen decisiones oportunas con respecto a la labor diaria.
En todo proceso de evaluación se pone de manifiesto el referente teórico que el docente trasluce en su práctica concreta. En este caso en especial, la diversificación de la evaluación procesual se puede implementar a partir de que los maestros acceden a reflexionar sobre la necesidad de plasmar algunos cambios desde la concepción misma de la propuesta curricular y están en estrecha vinculación con el trabajo emprendido previamente sobre el proceso de aprendizaje.
Esta nueva modalidad privilegia la convocatoria y participación de los alumnos en clase, sus aportes de material e ideas, sus preguntas, comentarios, exposiciones orales y la evolución del proceso pedagógico a lo largo del tiempo de trabajo. Si las producciones son escritas en éstas se evalúan los saberes del alumno en forma casi exclusiva, otorgando en estos casos cierta franquicia sobre las dificultades de redacción u ortográficas y privilegiando la producción.
Si bien éstas se deben marcar y se han de trabajar en forma sistemática, en aras de resolverlas, no se las ha de poner en el ojo de la mira en el momento de la evaluación procesual escrita.
Evaluación final: la evaluación final puede referirse a un ciclo, a una unidad temática o a un tema en particular, según el criterio pedagógico establecido en determinado momento. Conforme el tenor que cobre, variará su objetivo, ya que podrá vincularse con la regulación de los procesos de aprender y enseñar, a partir de la cual se revisa el proceso previo y se diseñan los pasos posteriores, o podrá tener implicancias relacionadas con la promoción o reprobación de determinado año o ciclo escolar.
Dada la importancia de la evaluación final, se debe tener en cuenta especialmente la forma en que el conocimiento es requerido al alumno y la modalidad que se le ofrece para su adecuada expresión. Analizando evaluaciones se comprueba que las propuestas y formatos presentan francas limitaciones, condicionan y restringen las posibilidades expresivas del alumno, y por ende se empobrece su producción, lo que, lamentablemente se traduce en notas bajas.
Para diseñar las evaluaciones finales se consideran las mismas variables que se tienen en cuenta para favorecer la producción en la actividad diaria durante el proceso de construcción de los aprendizajes. Una de las cuestiones claves a considerar es la administración del tiempo de trabajo, ya que en ocasiones los alumnos no llegan a realizar la tarea requerida, no por no saber lo que se les pide, sino por no disponer del tiempo necesario para plasmar la producción en el papel. En estos casos se trata de una propuesta homogeneizante presentada en un tiempo único, del paradigma tradicional.
Desde el paradigma inclusivo se diversifica el tiempo y si es necesario, las evaluaciones se toman fraccionadas para que el alumno pueda disponer del tiempo de producción apropiado, sin que el correr contrarreloj desmerezca su quehacer.
Las diversificaciones de la instancia evaluatoria final son múltiples y se diseñan en el transcurso del tiempo según las necesidades y requerimiento que surgen en las diferentes materias. Lo que siempre debe primar es la decisión de sortear el escollo que impone una única manera de disponer el tiempo y el espacio escolar al momento de evaluar y se propone transformar la administración y utilización témporo espacial para superar los límites y las barreras que la misma genera.
Al diversificar la evaluación, se impone, inevitablemente, recurrir a las más variadas técnicas e instrumentos de evaluación, intentando que el tradicional examen escrito no sea la única forma posible. La selección de determinado instrumento evaluatorio depende del entrecruzamiento de dos variables primordiales, por un lado lo que se desea evaluar y por el otro las posibilidades de expresión de dicho saber por parte del sujeto de aprendizaje teniendo siempre en cuenta que las barreras surgen de la interacción entre el sujeto y el contexto.