Teniendo en cuenta lo que proponíamos en el primer módulo referente a pensar la función del a.t. en relación a la estrategia de un tratamiento y en la singularidad del caso por caso. Función que como nos enseña el psicoanálisis tendrá que ver con el lugar en que nos coloca el paciente a partir de la relación que él tiene o no tiene con sus objetos significativos, según de que estructura psíquica se trata y cómo desde ese lugar y a partir de la estrategia establecida en su tratamiento poder operar allí, con las indicaciones de los profesionales a cargo de esas estrategias y en busca de las tácticas a implementar en los diferentes momentos del acompañamiento.
El acompañante terapéutico puede estar presente desde la fase diagnóstica, cuando por ejemplo la familia consulta al equipo terapéutico, pues puede ayudar a contemplar tanto sus áreas más dañadas como también aquellas que le permitirán sostenerse, registrar sus actuaciones diversas y su grado de conciencia de enfermedad.
El acompañante también podrá acompañar en una internaciòn, en Hospital de día, Hospital de noche, en un tratamiento ambulatorio, en la escuela o instituciones a la que asistan o pertenezcan los pacientes, en vacaciones. Hay múltiples ámbitos y diversos momentos en donde se puede presentar la necesidad del Acompañante Terapéutico.
Hemos señalado las etapas del desarrollo de un ser humano como guía, en tanto no es lo mismo la clínica con niños, que con adolescentes o adultos mayores. Por lo tanto es importante que el acompañante pueda encontrar sus posibilidades de incersión y teniendo en cuenta de qué estructuras clínicas se trata cada vez. Quiero decir con esto que es muy posible que no todos los acompañantes puedan trabajar con niños, con discapacidades, con psicosis, etc.
Cuando el equipo terapéutico decide la internaciòn completa lo hace en una perspectiva diferente al enfoque asilar clásico. No se debe tratar de un confinamiento, no necesariamente se debe impedir la comunicación con el exterior del paciente, salvo para protegerlo de sí mismo, de exponerse. El paciente no debe quedar excluido ni del ambiente que lo acoge, ni del entorno al que pertenece, allí el rol del Acompañante Terapéutico. Su tarea tiene como objetivo ayudar al paciente a integrarse a la comunidad y posibilitar su nexo con el “afuera”. En una institución podrán convivir pacientes que tienen un AT y otros que no lo tienen, otros sólo tendrán acompañante los fines de semana. A veces el grupo de pacientes suele construir hipótesis acerca de los pacientes que son acompañados. A veces “pacientes con coronita”, a veces “los más locos”. El At individual despierta en el resto de los pacientes internados reacciones de celos que no siempre son fáciles de controlar. Es por ello que el acompañante debe responder consignas precisas que no interfieran ni con el paciente acompañado, ni con la institución. A veces el paciente debe participar de tareas grupales y el AT acompañarlo.
También en determinados casos el acompañante ha funcionado como familia sustituta, a raìz de realizar una convivencia transitoria con el paciente. Allí será necesario disponer de un espacio físico adecuado, el paciente debe tener su habitación propia y exclusiva. Las horas deben estar estipuladas de tal manera que tendrán que trabajar más de un AT y efectivamente esto conlleva un alto compromiso de los que participen de esta tarea.
Veremos a través de varios casos que les adjuntaré para que trabajen, la clínica expuesta por algunos acompañantes.